Grande es la historia de los derrotados.
Abarca cementerio olvidados
donde se consumen todavía
los apostatas y los falsarios.
Debe de existir un altar
dónde los viejos dioses se rediman
de la victoria ajena en sus heridas.
Donde Juliano ofrezca sacrificios
para la carne que no tocó la gloria.
Existen cementerios olvidados
como túmulos que la memoria transformó en colinas
para castillos de princesas tontas
y galanes con la espada envainada.
Todos los imperios se levantan sobre cimientos de hueso.
Pero asoman, detrás de las banderas,
los rostros sin orejas de ojos arrancados.
El rostro de los que ya han visto la faz de Dios.
lunes, 26 de marzo de 2018
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