viernes, 18 de diciembre de 2020

Hoy las musas no hablan. Se han quedado dormidas 
o se han muerto de viejas. 
La edad aquella pura que cantaba el poeta 
se terminó hace mucho. 
Apolo entró en el viento 
y todavía no ha vuelto. 

Es más duro este tiempo, 
más que escribir uno piensa 
como será el futuro de los poetas. 
Las musas extintas, los caballos domésticos, 
y el horizonte ardiendo. 
¿Que escribirá un poeta dentro de tres milenios?

Escribirá, acaso, que ha renovado el viento 
su incomprensible idioma de susurros, 
que ya no se escuchan los gorriones gritando 
dentro del perezoso atardecer del tiempo. 

 

martes, 27 de octubre de 2020

Hoy me enojé contigo 
y me quedé callado. 
Quizás si mi silencio 
crecía tanto y tanto 
que ocupara la casa 
haría crujir el techo, 
y eso te despertará 
de algún tonto letargo. 

Pero no ha sucedido. 

Los demás, que están fuera, 
no recuerdan el viento que sacude las ramas 
de este árbol en jaula. 

Así mi enojo abandonado 
creció y se marchitaba, 
abrió flores y conquistó baldíos. 
Se levantó como una garza blanca. 
Y luego se ha dormido. 
Enojarse es trabajo que cansa. 


jueves, 22 de octubre de 2020

Como la mojarrita, que en el charco recrea 
lo total y lo nimio que tiene el universo; 
como el caracol sediento, con su cántaro seco; 
como el gorrión pardo que se eriza de plumas 
y pelea rudamente contra el más crudo invierno. 
Así nomás la vida de este planeta herido 
puede estirar las manos en mitad del océano 
y aferrarse a la orilla de cada día nuevo. 


jueves, 1 de octubre de 2020

Para todos los que vengan después, 
hoy he visto el sol ensangrentado 

detrás de una cortina de humo 
que iba de un extremo a otro del horizonte. 
Hoy he visto la ciudad como un lagarto enfermo 
quedarse bajo el sol así nomás 
como si se hubiese desmayado 
y fue una piedra gigantesca 
sumida en el silencio de la fiebre. 
Doy testimonio: yo he visto 
el gato enroscado en su miseria, 
los árboles erguidos y gritando, 
las nubes desarmarse como humo, 
el humo ocupar la tarde entera, 
el monte arder completo 
en una tarde 
solo una tarde nuestra 
sucedió todo esto. 
Las tortugas murieron encerradas en el miedo, 
los yacarés se secaron al sol, 
las garzas se oscurecieron todas, 
los árboles arrojaron sus flores y lloraban, 
el silencio estaba extendido en las calles. 
Yo lo he visto desde la altura de una escalera: 
el horizonte humeaba oscurecido. 


martes, 15 de septiembre de 2020

La casa es grande y blanca,
y fría sin tu voz.
A veces me parece que estas
y que te escucho
detrás de las paredes
o encerrado en el baño.
Pero no había nadie
cuando llegué buscando.

Ha de ser la tristeza,
que se quedó esperando
y este mes sin extremos
le alarga los agobios.


miércoles, 19 de agosto de 2020

Mañana el invierno terminará en los árboles,
y luego poco a poco irá rindiendo cosas
y abandonando el aire.
Despegará su aliento de las calles,
devolverá los vientos
y se irá sin rencores
y sin mirar atrás
porque así de inexorable,
de pacífico y calmo,
de derrotado y mustio
atardeció en el fresno.

Mañana los árboles cantarán temblorosos,
saldrán las lagartijas,
los gatos decidirán secretos reunidos en la sombra,
y un poco de alegría florecerá de noche
como una carcajada que se oye de lejos.

Se siente en la premura con que transita el viento
el tiempo sucedido y los instantes nuevos.

El fresno y la ventana se arrebujan ansiosos
/se arrugan de deseo.

Mañana él abrirá sus puños innumerables
verdes y puntiagudos
como las cosas que parecen nuevas.


domingo, 9 de agosto de 2020

Quizá no ha sido justo el día,
te trajo y te llevó, me quedé solo.

Estuve mucho tiempo con tu ausencia.
Ya me había acostumbrado
y le hablaba, para contarle cosas
que suceden a diario,
como comprar naranjas y lechugas,
o volver una tarde, después de siete y media.

No esperaba. Yo sabía
que el día se apagaba despacito
a cada hora un poco más marchito.
Podría decir tu nombre y no estarías,
hasta que el silencio ocupara tu sombra.
Al volver a nombrarte ya no sabría tu nombre.

Pero volviste, entonces, un día
de repente te cruzaste de esquina
con tu apariencia nueva
saliendo entre la gente
me tocaste la manos;
y fue como la albahaca que bebió agua fresca
porque tu ausencia tuvo brotes nuevos.

La puse en la ventana,
con el viento reseco, con el sol inclemente.
El verano lloraba más allá de los árboles.
Y pareció apagarse, pero inspiraba lástima
extinguir esa hoja que había costado tanto.

Quizás aquel amor sea como un libro 
que uno tiene vergüenza de volver a leerlo
y todavía la pena nos impide tirarlo.


miércoles, 29 de julio de 2020

Mañana encontraré el camino que me lleve,
hoy espero. La tarde entera cae lentamente
sobre el cansancio gris de mi paciencia.

Pero mañana, inaugurando el alba, me iré de aquí
buscando alguna cosa que tuvimos.
Será mañana, lo presiento ahora
que mi espera se alarga y me demora
porque me ha preparado un instante de gloria.

Tendré de nuevo, acaso, la ternura;
y el caballo tembloroso de esta angustia
será libre. Correrá sobre el viento
mañana cuando todo comience.

No has muerto. En lo lejano
tu voz puedo escuchar y me ha llamado.
Soy solo un pájaro reencontrando el árbol.

Mañana concluirá,
comenzará la vida,
se abrirán los caminos,
el invierno despertará riendo como un perro
y empujando me llevará consigo
hasta tu puerta.
Acaso, será mañana
todo lo esperado
sucederá mañana..

Podría jurarlo, lo descubrí hace un rato.
Que se abrirá la noche,
cuando quieran apagarse los faroles,
y los primeros brotes vibrarán en los árboles.
En una hora primera
encontraré la forma
de regresar herido.

Mañana.. Porque será
mañana..

mañana..



domingo, 26 de julio de 2020

A veces uno olvida que ha perdido
las cosas que otra vez creyó seguras
y se rasca la piel de las heridas
para encontrar que ya son cicatrices
de un ayer y un después que dio la vida.


miércoles, 22 de julio de 2020

Hoy te vi en la muerte, por un momento
estabas bajo el peso del polvo y el silencio
como los que se han ido de esta tierra.
Abrí la tumba y ahuyenté las sombras,
encontré tus huesos, tuve tus manos,
tu calavera pálida y temblorosa
y no me causó asombro.
El hueso ni siquiera tenía temperatura.
Allí no estabas.


miércoles, 15 de julio de 2020


Alumna- Profe, ¿qué es esa línea verde? (Señalando el mapa)

Profesora- ¡Ese es el sueño de mi vida!... El transiberiano. Yo ya dije que cuando me jubile me voy a ir en el Transiberiano.

(Fragmento)


El sueño de mi vida es una línea verde, 
como una enredadera a través de soledades y fríos 
extendida sobre la inmensa vastedad del mundo
pero llameando y quejándose sobre caminos señalados.
Y la blancura de Siberia, la helada mortandad abandonada 
solo a los líquenes que en la roca afirman 
como una pregunta al cielo su agrestura 
que no ha de cambiar mientras el mundo dure.
Han de durar los fríos en la montaña, 
y los lagos en el fondo de los valles prisioneros 
con sus aguas de secretos naufragados 
y nuestras vistas de asombros que nos duran la vida. 

Pero ahí, desde los túneles en los Urales cavados por la búsqueda 
surge una extensión humana. Una travesía entre los rasgos del mundo. 
Más extensa que todas las murallas 
solitaria y augusta pareciera como un dios en el bosque. 
Así los hombres y las mujeres atravesaron las montañas 
contra el desafío imponente del espacio se extendieron 
en la búsqueda del mar que siempre queda 
al otro lado del mundo, repitiéndose. 

Duró generaciones incontables. Las luces y las sombras 
se alzaron y decayeron en el cielo, 
y las montañas escuchaban el repiqueteo de los martillos 
alejándose hacia el este hasta perderlos en la memoria 
sin saber en su sueño que ocurrió más allá, entre la nieve. 
Pero se extendieron los hombres, el tren transcurrió
atravesando la llanura conquistador y llameante
arrojando al regazo del viento su aliento de hierro candente,
una larga fumata de humo y hollín es la huella
del tren cuando viaja al oriente.
Ahora los pastores lo miran pasar, lo ancianos pastores de cabras
con sus tiendas de pieles y su mundo de ritos dormidos
se alejan de espaldas al tren a través de la llanura.

El sueño de mi vida es verlo todo entonces:
los extensos campos verdes de Ucrania,
las torres del Cáucaso descendiendo al valle del mar,
y el color del Caspio oscurecido y aceitoso
trabajando adentro de la tierra
absorbiendo la sangre de la tierra y aprisionada ahora
en barriles vulgares y sordos arrocados a las bocas innumerables.

Aquella lucha duró generaciones. La larga marcha al este
sobre la tierra cada vez más helada
atravesando los hombros de la tierra.
Los Urales se extendieron asombrados y vieron partir hacia el sol
a los hombres que siempre buscan detrás de los árboles.
Como una travesía en el mar, a través de la tierra.

Levantó los cimientos de la nieve,
despertó el sueño de los caballos que yacían bajo los terrenos.
La tierra dormida sintió una línea de hierro y madera
que reverberó en los rincones del Imperio oculto de la distancia
como una voz de metales que llamó en la noche.
Era un pedido a todas las regiones,
a las tribus que levantaron la cabeza desde su fuego
sin saber de dónde venía el grito.
Y era desde el oeste, más allá de las montañas
desbarrancó en los duros pastos y entró en las llanuras.
El viento abrió la boca hacia la bestia para tragarla
y se volvió hilachas de si mismo contra la espada occidental
que partió la antigua edad del tiempo.
Quizá aquella noche asomó la Luna en la soledad expectante
que ya no estaba sola. Las voces de los hombres
eran débiles y frías sobre la palabra endurecida de la llanura.

Puestos en marcha los hombres atacaron.

Rusia de sangre levantó las manos y en Varsovia
marchó hacia el este cantando en altas voces apagadas
a través del páramo helado en búsqueda humana.
A quedado un camino de muertos a la vera del tren
bajo la mano del hombre, la maldad y el invierno.
Nevó esa tarde, con el sol, copos de nieve azul
enterraron los muertos y el hollín que les cubría.
El tren era un silbido lejano en el viento.

Sobre la amplia tierra florecida, a través de la esforzada Rusia Gigantesca
marchó una vena de metal y humo ardido a conquistar lo inconquistable
para tomar de los campos de Ucrania y Georgia el trigo adormecido en sol,
para llevar los hombres más allá del Cáucaso a la llanura,
y de allí dentro de las montañas abarcar Asia dormida.
Fue como una explosión de vida que duró milenios de paciencia
y los hombres murieron de a millares en la orilla del tren.
Fue como un grito desde la boca ancestral que miraba al sol;
los abetos sacudieron su cabellera y despertaron asombrados
a tiempo para ver una loca alucinación del hierro
como una bestia maravillosa y torpe liberada para siempre.

El tren partió desde las tumbas.
La edad antigua rusa cerró los ojos de los zares
en tumbas de piedra y trajes de seda dorada
y luego en sótanos de sangre seca.
Y en San Petersburgo y en Moscú durmieron los días antiguos.

Así el tren partió alegremente, una esforzada tensión del hierro
candente y cotidiano entre los campos
y las ciudades lo miraban asombradas.
Se levantaron puentes sobre ríos,
hasta más allá del corazón asiático.
El Negro el Caspio, el extenuado Aral, escucharon las voces
y el agua traía restos de metal en sus bocas.

Moscú, desde la estación de Yaroslavsky,
corre entre desfiladeros de ciudades;
y antes desde San Petersburgo se despide del vozarrón de la ciudad
en una carrera veloz huye del tiempo
abandonando Europa se interna en las distancias aturdidas
y las barcazas de Nevá se despiden a lo lejos.
Pero el tren ya no los oye, no puede oírlos ahora
corre presuroso a Yaroslavsky entre la paciencia de los árboles
o entre la nieve; antigua nieve renovada y límpida
encuentra frente a la nariz de Moscú.
Vuelta de los incendios, recobrada de las usurpaciones
Moscú como una criatura antigua que aguarda
profundamente anclada sobre las raíces de la tierra.
Constituida de palacios recios, de fortalezas rojas,
de barriadas innumerables extendidas en su cintura.
Allí hubo de escucharse a los caballos del Gran Alejandro
cuando fueron a despertarlos y uncirlos sobre las calles de piedra
y corrieron bajo la noche hacia las catedrales de hielo.
Toda la ciudad ardiendo a sus espaldas.
Pero ahora entra en Moscú el tren, la gran ciudad del Este,
el corazón del Imperio late hacia los ríos que en verano reverdecen.
Entonces apresúrate, tren del oriente, y toma el camino
que corta la apatía ciudadana y entre los gestos de los nombres
huye de los sonidos como un exiliado con buenaventura.

El mundo se transformaba contra el tiempo dormido,
construían túneles dentro de las montañas
y detuvieron el curso de los ríos.
Cerca de Nizhny el poderoso Volga fue sacudido de su letargo,
enfurecido susurraba en sus orillas a la ciudad
la vanidad de las criaturas humanas en erigir un puente.
El río arrastró sus manos en los pontones
y mojaba las botas de los hombres durmiéndose en enojos.
Más cuando despertó era ya para siempre:
una vigilia de metal y piedra había sido erigida
y sobre sus fuentes el tren cobraba impulsos acercándose al cielo.
En Nizhny Nóvgorod sobre el río Volga
una prolongación de la piedra permaneció,
hasta llegar el tren cobraba vida fragorosa
que arrastraba vagones asfixiados de humo ,
cruzaron a quintales el asombro mareado de la corriente.
Lo asombraron los gritos de los hombres,
el olor del metal caliente, el humo atormentado.

Y el Volga, amado entre los ríos, cantó
una voz de agua profunda.
Una trepidación de los pilares ascendió desde el agua
respirando mohosa y verde contra la piedra,
no alcanzó las vías, las madres, el camino férreo
no fue hollado y consumido por los líquenes,
y el tren transcurre sobre su privado sendero
ajeno a la distancia en su orgullo de caminante.

De la ciudad y sobre el río,
vuelta la espalda al vozarrón de los Urales asombrados
este gusano monumental que horada
ahora los tiempos de Siberia
corre en el camino del sol, entre la hierba
sobre la frente del planeta hacia el Este inmortal.
Y cruza ahora un río, y luego un riacho,
y nuevamente un río de la tierra,
como una mariposa segmentada
en vagones ciegos
como una calabaza vuelta maquinaria de hierro.
Más vivo que la guerra y sus estruendos de pólvora,
que la materia concebida entre berridos,
cual una fuerza material del elemento
el tren despliega a la extensión su brazo atornillado.
Así entra en Siberia. Han de verlo
los habitantes de las ciudades mínimas
que entre el verde de la llanura buscan
o entre la sangre pálida que nieva,
o los huidos animales oscuros que no le han puesto nombre
pero levantan sus orejas tibias hacia el traqueteo;
y el tren los ignora. Avanza, siempre
avanza mudo y monumental de quejas,
más solitario que el mismo abandono
sobre la vastedad que pertenece al sol.

Así en su gloria magnífica, en su inmensidad ferrosa;
Luego en las cosas mínimas que lo llevan o lleva
Sumergidas al sueño del viaje mil veces milenario.
Dentro del tren aguardan ahora quietas y expectantes
Verduras, zapatos, una caja de cigarrillos claros,
El reloj de una anciana, la madera lustrada de los bancos.
Cualquier persona que vaya con el tren
lleva dentro de sus bolsillos o detrás de sus lenguas
la infinita presencia del mundo humano.

Desde las colinas de Kama viene el río,
con su corazón helado y húmedo
que huye de los Urales vuelto de espaldas al Este.
Inundaba las orillas de Perm,
donde se encuentran los caminos del hombre.

El río ha moldeado a la fiebre humana,
ha dado sus colinas al hábitat de la criatura
y sus caminos líquidos al comercio y al habla.
Y con ellos a cuestas abandona lentamente la vista de las montañas
hacia los mares y las tierras en Tartaria.
Todos los ríos menores vienen a verlo
y exclaman alegrías de reencuentros sobre las tierras
del Krai de Perm y en Tatarstán.
Todas las tierras han sido bautizadas,
los ríos han tomado nombres.
Los hombres cruzaron el accidentado camino al pie de las montañas
donde dejaron nombres
de piedra, de oscuridad, de lanzas, los accidentes de la materia.
El río Kama nacido en las colinas tomó su nombre
sobre el agua lo llevó entre sus fuentes;
lo llevó más allá de los encuentros con otros ríos.
Y se encuentra con el Volga, más allá de estas tierras
ambas corrientes se unen en sus silencios poderosos.
No han podido detenerlos los muros levantados sobre el mundo.

Pero te domesticaron, te acercaron al hombre
las bridas de metal y de cemento te mordieron
la carne antigua abrieron tu vientre frío y sacaron fuera
la extensión de tu ánimo sereno se transformó en camino.
fuiste nombrado río y tu voz se desgranó en murmullos
Los montes te ven correr ahora repleto, eternamente henchido
de tu propia existencia contenida.

La Humanidad ha puesto nombres y límites precisos.
Frente a la totalidad de la montaña arrodillada
dijo “aquí y aquí comenzaran los días, se mantendrá el idioma,
se abrirán las estaciones de las hojas.”
El río las ignora, la montaña las olvida.
Pero los hombres pintaron una línea blanca,
una piedra fue arrancada del sueño para erigirse gritando
el color y la autoridad de las reglas ajenas.
Un obelisco universal anclado en el silencio de los campos
proclama su voluntad de mensajero de límites.
Allí la tierra se divide en dos espacios ancestrales;
La vieja Europa como una vaca pálida
coronada de nieve y con los cascos húmedos
entra en el vientre asiático colmado de murmullos
para pacer en la sabiduría del bosque disperso.

Pero el tren ha sido hecho para el momento indescifrable del viaje,
pertenece por igual al ahora y al aquí, como al futuro del allá
dondequiera llegue su tembloroso índice hemisférico
recorre las tierras más allá de la ciudad última
escala los tobillos de las montañas y descubre Asia dormida
como un oso caído entre los ríos.
Y ya no teme su extensión, anida en ella una voz helada
que lo ha llamado. La escuchó en Moscú,
la sintió en la orilla del Volga estremecido.

Allí habita el espíritu de Rusia, su corazón inabarcable
se pasea sobre sus caminos
(...)

domingo, 21 de junio de 2020

Hoy, que empiezo a quererte,
me encontré sonriendo
de un recuerdo que, dulce,
flotaba en la ventana.

A veces me sucede:
me detengo y encuentro
que el otoño y el gato
conversan con la tarde;
afuera nada ocurre, solo la calle
es un largo camino hacia ninguna parte.

Pero es solo un instante.
La luz, antes de irse,
te dibuja en la sombra,
y tus ojos oscuros
y tu boca en silencio.

Solo, por tres minutos,
me detengo en el patio
y hasta el gato presiente
que ha llegado tu ausencia.


viernes, 19 de junio de 2020

La muerte de mi abuela se construyó
dolor con dolor y la muerte sentada en una almohada
tejiendo distraída cada hora.
Alrededor las hijas inventaron distracciones absurdas,
se afilaron las uñas, se llevaron recuerdos sin manijas,
la vigilaron muda y fría en el sueño,
la llamaron de nuevo con ternura
y la odiaron de a ratos como a un niño
que se empeña en joder y andarse inquieto.

Estaba sola tendida entre el ruido de las cosas,
un clavel que cayó de la maceta;
solo habló con esfuerzo, respiraba
un alfiler a cada bocanada
y la muerte tejía y la miraba.

Fue la muerte en espíritu quien le apartó las sábanas,
le acomodó la almohada y los cabellos,
se dejó en el borde de la cama
nurmurando sus cuentas conclusivas.
Se espantó de su ánimo desnudo
y la dejó tendida en la agonía.

Aquella fue una muerte interminable
que atravesó todo a su paso,
se miró en los espejos, revisó los cajones,
fue desordenando los adornos
olvidada de todos los dolores.
Aquella muerte no cumplió su oficio.


Muere una tarde, se mueren las hormigas,
una columna muere y se desmiga,
muere una hoja que alguna vez fue brote,
muere la tierra y se mueren las flores.
Morir es algo que sucede siempre,
en todos los rincones de la vida;
algunas muertes, acaso uno supone,
debieran de llegar por la ventana
soplando suavemente las cortinas.


miércoles, 10 de junio de 2020

Ahora que todo parece tan desordenado
uno se siento un poco hecho gusano
y bajo el rumor de la tierra elabora
un camino delgado y penumbroso.

Fuera del planeta los extraterrestres,
con las manos azules y tres ojos
construyeron una antena durante 6 generaciones
y la séptima aprendió a usarla.
No se sabe como ni cuando
la apuntaron hacia el vacío
y escucharon al fin el grito que venía
corriendo como perro lastimado
bajo el color inmóvil de la noche.

¡Qué de crujidos! De explosiones, de arrullos,
una agonía saltó y se arrastraba
sobre la arena roja,
espantados, nadie sabía como se apagaba
ese reguero mecánico.

Sobre su lado, con la boca ardiendo,
como un montón de huesos calcinados
y los azules espantados giraban.

¿Que extrañas criaturas son aquellas?
¿Dónde estaba la estrella que gritaba?
Ahora azules discuten.
La máquina yace, muerta y sin corazón
al mirarla aún grita.


sábado, 6 de junio de 2020

Hoy quisiera cerrar la casa toda,
(que no es mucha casa pero queda),
dejando al gato ensimismado
en su sueño y su humor de lagartija,
abrir portón y calle,
y en la vereda, bajo el árbol desnudo
hacerme viento, desperdigarme en hojas,
llevarme sobre el río y la tarde,
anochecer flotando en tu ventana.

Que el ansia de tu amor me arme de nuevo,
que ni la lluvia pueda detenerme,
que al tomar forma en tu penumbra
lleve conmigo el rumor de esta distancia
y nunca más estemos separados.


sábado, 30 de mayo de 2020

¿A mi vas a contarme lo difícil que es
permanecer, acaso?
Yo, que he durado siglos,
hablo el idioma inútil de la melancolía
y puedo construir recuerdos con las manos.
Yo solo soy un hombre que se aburre y espera.

El mundo ha sido construido más allá de nosotros,
no existe forma alguna de alcanzarlo.
Somos solo una piedra hundida en el camino
y el polvo lentamente nos cubre en el olvido.

No somos tan eternos,
ni tan maravillosos.
Apenas unos monos que han perdido el cabello.


domingo, 24 de mayo de 2020

A veces la tristeza se acomoda y se sienta
como un gran gato blanco
sonriendo y completa,
tan segura de si
que incluso habla con voz propia
y enumera derrotas.

Ha venido, ella sola
se abrió la puerta, desempolvó una taza y una silla,
nadie quiso invitarla
así que se ha invitado
hoy que el invierno estaba
cantando por la calle.

Alguna vez, recuerdo, lo niña que fue entonces
y como se apropiaba de pequeños rincones.
Quizá ahora no tengo penumbras como aquellas,
hemos crecido tanto que la tristeza y yo conversamos,
si vino a visitarme y sabe como vivo.
Somos dos aburridas criaturas sin mañana.
Podemos dedicarnos durante media hora
a los pinchazos fútiles de una lágrima tonta.

En verdad así somos, dos gorriones helados,
dos brotes de una rama que ha quedado olvidada.
El desamparo turbio de esta tarde dormida
deja que nos sentemos a tomar te y reírnos
de lo que eramos, lo que ya no somos, y lo que no seremos.


Acaso alguna vez,
(ya no recuerdo el sitio exacto
del recuerdo),
dejé guardado el agrio sabor del desencuentro
y se mezcló entre cosas que no necesitaba.
Luego quise saber
por qué y como ha sido
pero no encontré nada,
nada más que este olvido.

Si entonces te quería,
ahora ya no te quiero;
y si entonces sabía,
ahora no te recuerdo.

Es así de total la muerte de las cosas.
No logro recobrar el color de esas horas.


jueves, 21 de mayo de 2020

Hoy empezó la lluvia;
fue la primera lluvia de este otoño
que llegó lenta con el día.
Se construyó sobre la ciudad,
apoyaba las manos en la orilla del río
más allá de los últimos barrios
salió sola caminando en las sombras.

Se la vio caminando entre los árboles,
vino sin viento y sin melancolía,
trajo solo el otoño consigo.


domingo, 17 de mayo de 2020

He descubierto, acaso, que no tengo palabras.

Yo no te conocía, no te había visto nunca.
Quizá fue el verano,
queriendo congraciarse
puso todos sus dones en una sola tarde.
Y luego ha sido esto.

Si uno se detiene y enumera las cosas
el calor y la forma, los sonidos,
los pasos y el color de las horas,
quisiera dar con leyes
y acomodar el tiempo
fugaz y traicionero
que elabora el recuerdo.

O acaso solo estábamos
un poco solitarios
y eso a veces aburre
lo suficiente.


jueves, 14 de mayo de 2020

No lo encuentro.
No se que habrá pasado,
que duende se metió dentro de mi ropero
y me robó el abrigo que yo más quería,
aquel que conocía como si fuese piel.

Y justo ahora que ha venido el otoño,
que el mundo se enrolló como un gusano,
que ahora uno se encuentra condenado
a estar con uno mismo
abrí el rincón oscuro del otoño
y no encontré el tesoro verde que había creído a salvo.

Lo habré dejado ir
como se dejan
las cosas en el borde del olvido,
se desmigó el rumor de su antigua miseria,
se quebró como un helecho seco,
quizá ya nunca vuelva.

¿Ahora cómo viajaré a lugares
y tiempos remotos?
Sin el abrigo verde,
¿cómo iré por la tierra?
¿Cómo hablaré con gentes que hace tiempo están muertas?
¿Cómo serán las noches?


miércoles, 13 de mayo de 2020

¿Dónde estás,
y qué estarás haciendo?

Esta noche los gatos no pisaron el techo,
lo se porque el silencio es todo lo que queda
en esta hora primera.

A esta hora, como siempre,
la noche anda desnuda
cantando sola y fría en las alturas.

Quizá todavía no llegues,
andando por las calles,
como una sombra más
sin tiempo a nada
pasando frente a luces y penumbras.

Pero quizá seamos
los extremos de un camino.


martes, 28 de abril de 2020

Kamadeva

Sus manos son las de un joven
que no ha tenido años, 
sus pies son los de un joven que ha florecido, 
sus cabellos son fuertes siempre, 
su perfil es un árbol, 
así de tan hermoso y tan completo. 
Sus muslos son de agua y de caña vibrante, 
su torso es como un chorro de robusta agua clara, 
su aliento es como el viento que rodea a las flores. 
Es iracundo y fresco, tiene tiempo 
enrollado en la cintura;
y cual lunas robustas sus rodillas.
Y las abejas habitan en sus manos, 
hacen nido en su pelo, 
de abejas son sus suaves aleteos, 
de abejas dormidas en amoroso nido es su silencio. 
Cubren abejas la caña de su arco 
y se hartan de mieles, 
y se engarzan tensas como cuerda 
y se incendian en flores de dardos. 
son de abejas sus besos
y el color de la abeja en sus labios.
Y su lengua vibrante es una abeja pura
que por momentos duerme
y por momentos despierta enfurecida
insatisfecha y gime dolorida y a solas con el mundo.
Elevado en la tempestad verde de un loro vigoroso
sobrevuela el final de un día claro
y grita alegre sobre el atardecer que llueve.


martes, 14 de abril de 2020


Notas de viaje
Febrero de 2018 
Saliendo de Resistencia

El largo camino corre presuroso de sí mismo
entre los silencioso cerros malheridos,
junto a la ruta quedan sus costillas
abiertas de la tierra por la máquina humana.
Quedan los cerros callados, fibrosamente verdes
que ha llovido y las tunas exhiben nuevos brotes;
todo el monte salteño se despertó en el día
temblorosas de luz sus nuevas hojas.

Esta es la criatura que se asombra;
todo verde, toda tierra, cada espacio
abre una página antigua
en el recodo del recuerdo y hoy brilla
como una luz dormida. Se apagaba
en la larga distancia de las cosas
pero el viaje ha revivido el aire.
De este sencillo cerro visto tan nuevo viene
una larga curiosidad paciente
que alguna vez, desde un libro, avistó la tierra toda.

Caminos llegando a Salta

La obra del hombre, extensa, es menos bella.
Él ha colgado cables de las nubes
y puesto caminos en el valle.
En ellos vamos esta mañana fría
salimos más allá de nuestras calles
entre los cerros azules de distancia
y verdes de tan vivos.

Estribaciones de los Ándes te llaman,
tierra levantada, sacudida
desde el fondo antiguo de tus capas
ha quedado esta piel desordenada
que el frescor vegetal vino a cubrirte.

Salta en la noche,
extienden en el suelo los vendedores sus fantasías
coloridas y pobres. Crece el ruido.
Un perro enorme, macizo como un tronco
duerme enroscado sobre las piedras oscuras.
Se ha vuelto ancha la noche y la ciudad
se extiende por el valle. El cerro nos mira
iluminados por cientos de farolas.

Aeropuerto de Salta

Lentos son los tiempos, las esperas
construyen una límpida burbuja
sobre nuestras cabezas. Es el lento tiempo
de los objetos humanos a solas
cuando las oficinas se vacían,
cuando los escritorios se desnudan
y sin papeles brilla pálidos y fríos
dentro de su digno silencio comedido.

Las azafatas

Pero llegan ellas, rígidas como lápices
con sus caras brillantes y entintadas
sobre el cuello atenazado de un pañuelo rojo.
Aquel plástico uniforme oscuro nada desprende,
tan mudo como un sello.

Los pasaportes

Enumeramos los detalles
aquellos que componen nuestros nombres;
son tantos números y letras que sorprende
que uno pueda recordarlos,
ordenarlos, completar espacios definidos
para este monumento al orden y el progreso.
Será solo un avión, elevado en la tierra
que esta mañana, como un ave blanca y fría,
hará una cabriola sobre el viento.
Todo el peso de los sellos en este reluciente pasaporte
será alzado sobre el espacio de los hombres.

El avión

“Parece un animal.” Este avión ronca
y sus amplios suspiros recorren el espacio
vibrando, estremecido de un dolor
que ha de tocar sus vertebras ocultas,
Surgió en la oscuridad, su mascarón
emergió de la distancia entre las luces del parque
sus grandes ojos ciegos. Apresuró el paso
y el orden meticuloso de los papeles.
Uno a uno, la larga fila humana subió por su costado
y uno a uno fuimos establecidos
en el tiempo de este viento domesticado.
Pequero, pareciera, como un pájaro
descendido del esplendor del cielo a nuestra mano
perdió el encanto, se nos apareció sucio,
remendado, casi exhausto, enmudecido en tierra.

Quizás estuviese vivo. Se levanta
a sí mismo. Despliega desde su brusca respiración
una fuerza atormentada que nos asusta.
Dentro de nosotros su impulso conmueve el aire.
Así se eleva de la tierra, vamos en él
con el temor enjaulado de la sorpresa en las orejas.
Puede sentirse la fuerza de la máquina
abrir camino en el aire.

Sobre las nubes

El mundo se convierte en luces, lucecitas,
líneas rectas y brillantes que se opacan
entre el difuso vuelo d elas nubes.
Un avión sobre las nubes, criatura solitaria
con la piel helada dentro del viento.
La geografía infinita de las alturas compone su camino;
no puede avistarse señales en este cielo
que aún se extiende allá donde la luz
de un sol adormecido que acomoda su breve porción del horizonte.

Ciudad de Lima

Permanece la tierra y toma formas
elegantes y hermosas. Altas torres
entre la bruma se elevan y se pierden.
Lima extensa ciudad sobre las piedras
desciende entre los pliegues de la tierra
hacia la voz del mar. Viene el Pacífico
en persona con su piel verde y su lágrima
de espuma que entre las piedras rueda.
Queda de sí innumerables muertes olvidadas
de cangrejitos pálidos, de algas secas,
de un erizo en su caja atenazado.
Sobre el alto esfuerzo de la tierra el mar
envía sus alas a nombrarlo y su bruma,
como un alma gigante, caminando
entre la elegancia sobria de los edificios.
Sobre las avenidas puede verse la nube
que estira dedos y toca el rostro vítreo de la ciudad.

(...)

Hoy no se que escribir, porque las cosas  están frías y muertas,  el silencio ha tomado los días de la semana.  Miro por la ventana  como el...