martes, 27 de octubre de 2020

Hoy me enojé contigo 
y me quedé callado. 
Quizás si mi silencio 
crecía tanto y tanto 
que ocupara la casa 
haría crujir el techo, 
y eso te despertará 
de algún tonto letargo. 

Pero no ha sucedido. 

Los demás, que están fuera, 
no recuerdan el viento que sacude las ramas 
de este árbol en jaula. 

Así mi enojo abandonado 
creció y se marchitaba, 
abrió flores y conquistó baldíos. 
Se levantó como una garza blanca. 
Y luego se ha dormido. 
Enojarse es trabajo que cansa. 


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