Hoy me enojé contigo
y me quedé callado.
y me quedé callado.
Quizás si mi silencio
crecía tanto y tanto
que ocupara la casa
haría crujir el techo,
y eso te despertará
de algún tonto letargo.
Pero no ha sucedido.
Los demás, que están fuera,
no recuerdan el viento que sacude las ramas
de este árbol en jaula.
Así mi enojo abandonado
creció y se marchitaba,
abrió flores y conquistó baldíos.
Se levantó como una garza blanca.
Y luego se ha dormido.
Enojarse es trabajo que cansa.