lunes, 16 de diciembre de 2019

Dicen que Dios no existe,
pero a mi se me aparece.
Sale desde las sombras de los árboles,
tan cubierto de polvo que parece viento,
murmurando canciones que ya nadie recuerda
pero él no ha olvidado.
Creo que no olvida nada.
Cada cosa recuerda, detalles infinitos
que nunca sucedieron
puede reconstruirlos
y asombra como sabe la forma de una piedra,
una piedra oscura que alguien halló hace mucho,
le dio forma de ojo,
la puso en una estatua
y luego se ha perdido.
Él la recuerda.
Un día me contó como fue el primer árbol,
garabato incompleto,
grito derramado.
Recordaba ese árbol que fue desenredándose
desde el nudo de la semilla
y alcanzó la altura justa para tener sombra
entre las piedras y los escorpiones.

Hoy empezó la tarde lloviendo, y no ha venido.
Debe estar acomodando nubes
para que los colores del cielo sean los necesarios.

Su memoria infinita acomoda las nubes,
distribuye los cabellos del sol sobre la aurora,
acomoda el calor entre las piedras
y llama a los lagartos del verano
que salgan a cumplir amaneceres.
Dios solo, como un viejo
que los hijos se fueron
visita cada esquina de su patio
y riega la tristeza de un arbusto
les habla a los ladrillos
de cada uno recuerda como era
y a cada uno promete que este año la lluvia
les lavará las flores.

Dios ha olvidado el tiempo
de las ramas ardientes,
no puede más de viejo,
le duele la cintura si se sienta en un trono.
Los ángeles volaron hace mucho.
Su ropa se ha teñido de verde,
lleva el vasto sombrero de un cabello desnudo,
bajo las uñas guarda las formas de la tierra
y cuando el sol se acerca demasiado
este anciano incompleto, derramado en los campos,
incompleto y perdido
se reclina en los dedos del viento.
Ahora los perros cuidan la eternidad, felices sin saberlo.


Es un día de frío.  Lo sé porque es el viento  y el cariño del gato  las cosas que lo anuncian. Renovado y discreto este primer día  del oto...