Allá los buenos vecinos detienen a escobazos
a un ladrón que hoy asomó el hocico
a un ladrón que hoy asomó el hocico
con mal arte, con poca habilidad;
no se parece en nada al ladrón de los libros
legendario, de sombra, que tocaba
lo ajeno con su sombra de risa.
Este mal infante tiene dedos muy debiles,
el hambre, la soledad, la clase
son sus males. No hay oficio
pero hubo calor o frío en exceso.
Crecen de mala forma los arbolitos.
Ahora los vecinos quieren golpearlo
con las buenas costumbres de la vida.
Tienen puños cerrados, dientes rudos,
pueden patear las lagrimas del robo
por el inutil hueco del desague.
¿Quién puede culparlos? Hay tantos
ladrones y vecinos, escondidos
en el vasto murmullo de la calle.
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