miércoles, 22 de enero de 2020

En los billetes de dos pesos dibujábamos
oraciones a los dioses que habitan las alturas,
amenazas al partido de los verdes, los rojos, los blancos, los azules,
chistes que no se pueden contar en un velorio,
retratos de señoras y señores que no lo eran,
números indescifrables que se borraban,
puteadas a los hijos de puta del gobierno,
publicidades de los Excelentísimos opositores del gobierno,
y toda la pereza y la desesperanza para la calle y los santitos de la vida.

Pero nos quitaron los dos pesos,
porque ya no servían para acomodar los gastos de cada día,
porque (siendo honestos) no servían para nada esos billetes
de una época más simple que solo reclamaba números pequeños
y billetes azules. (Los billetes ahora son de cientos y miles
y son rojos, anaranjados y amarillos
de pura alarma, de puro incendio, como una brasa que dice:
"aquí hubo fuego, creo".)

Entonces ya no puede darle dos pesos al mendigo del recuerdo,
las viejas ya no pueden llevarlo a misa, la virgen en el parque
tiene el suelo alfombrado de dos pesos curtidos,
los amarretes los deben extrañar,
los mendigos de ahora se quedaron sin la formula universal,
ya nadie dice dos pesos, no se puede comprar con la costumbre
nada en este día de hoy, algunos ya no saben de que hablan
cuando hablan de dos pesos. Habría que contarles
que antes uno podía tener dos pesos, en billete, de papel
y que siempre eran los billetes más viejos y salobres,
que encontrar un dos pesos nuevito y sin arrugas era para el comentario
y que al doblarlo por primera vez uno no podía evitar sentirse un poquito culpable
de empezar a perder un trocito de todas las cosas que componen la existencia presente.


sábado, 4 de enero de 2020

Los dioses ayudaron a que el mundo se armara
empujando las luces y las piedras,
descubrieron la risa del aceite,
como crecen las hojas y envejecen,
dieron forma al chillido del cachorro.
El gato es un bocado de lo extraño
que fue cultivo y tiempo entre los hombres.
Su aliento de criatura y sus ojos de piedra
son las cosas extrañas que uno encuentra
cuando sale a vagar por la espesura.
Allí, donde el cubil teje su sombra,
halló el primero un gato fresco
y lo llevó consigo.

Cuando tengas un gato
te quedarás mirando como la noche cubre
su ausencia y sus regresos.
Consentirás sus mínimos atisbos de bestia insatisfecha
y lograras que vibre dormido en tu regazo.

Tener un gato ayuda a entender lo felices
que Adán y Eva fueron dentro del Paraíso.


Es un día de frío.  Lo sé porque es el viento  y el cariño del gato  las cosas que lo anuncian. Renovado y discreto este primer día  del oto...