Que tristes los domingos con la lluvia,
el cañaveral húmedo se agita
ahí donde el viento revuelca
su lomo contra el cielo.
Que tristes porque el mundo se ha quedado dormido
y se le notan tanto los costados heridos.
Tristes porque nadie sabe,
en esta ciudad, quedarse quieto
y esperar que las cosas sucedan sin ruido.