domingo, 9 de agosto de 2020

Quizá no ha sido justo el día,
te trajo y te llevó, me quedé solo.

Estuve mucho tiempo con tu ausencia.
Ya me había acostumbrado
y le hablaba, para contarle cosas
que suceden a diario,
como comprar naranjas y lechugas,
o volver una tarde, después de siete y media.

No esperaba. Yo sabía
que el día se apagaba despacito
a cada hora un poco más marchito.
Podría decir tu nombre y no estarías,
hasta que el silencio ocupara tu sombra.
Al volver a nombrarte ya no sabría tu nombre.

Pero volviste, entonces, un día
de repente te cruzaste de esquina
con tu apariencia nueva
saliendo entre la gente
me tocaste la manos;
y fue como la albahaca que bebió agua fresca
porque tu ausencia tuvo brotes nuevos.

La puse en la ventana,
con el viento reseco, con el sol inclemente.
El verano lloraba más allá de los árboles.
Y pareció apagarse, pero inspiraba lástima
extinguir esa hoja que había costado tanto.

Quizás aquel amor sea como un libro 
que uno tiene vergüenza de volver a leerlo
y todavía la pena nos impide tirarlo.


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