A veces la tristeza se acomoda y se sienta
como un gran gato blanco
sonriendo y completa,
tan segura de si
que incluso habla con voz propia
y enumera derrotas.
Ha venido, ella sola
se abrió la puerta, desempolvó una taza y una silla,
nadie quiso invitarla
así que se ha invitado
hoy que el invierno estaba
cantando por la calle.
Alguna vez, recuerdo, lo niña que fue entonces
y como se apropiaba de pequeños rincones.
Quizá ahora no tengo penumbras como aquellas,
hemos crecido tanto que la tristeza y yo conversamos,
si vino a visitarme y sabe como vivo.
Somos dos aburridas criaturas sin mañana.
Podemos dedicarnos durante media hora
a los pinchazos fútiles de una lágrima tonta.
En verdad así somos, dos gorriones helados,
dos brotes de una rama que ha quedado olvidada.
El desamparo turbio de esta tarde dormida
deja que nos sentemos a tomar te y reírnos
de lo que eramos, lo que ya no somos, y lo que no seremos.
domingo, 24 de mayo de 2020
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