martes, 5 de agosto de 2014

Mi reloj tiene en él cuarenta siglos.
Tiene abuelos engastados en joyas
y ancestros de agua y de madera.

Mi reloj tiene siglos desenrollándose desde sus interiores
tan milimétricamente calculados
que es un milagro esta cajita absurda,
dándome ordenes agudas.

Ay, mi reloj minúsculo.
El dice que el tiempo nunca se detiene
y repite incansable su discurso.
El tiempo para el es una hormiga con patas de metal,
una cinta con coros de chillidos,
una serpiente que nunca se termina.

Este reloj se burla de los griegos.
Las barbas que creían en un tiempo de retornos.
Este reloj de aquí, irreverente y plástico,
los niega con toda la soltura que su esencia encierra.
El dice que el tiempo es una caracola,
una fila de indios, una escalera al cielo.
El tiempo, dice mi reloj, es una linea sola
que, apática, transcurre y nos ignora.


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