martes, 5 de agosto de 2014

En un castillo, al otro lado del mundo,
hay una reina que envejece interminablemente
como una vela apenas dorada que no se extingue nunca.
Y en el salón floral cubierto de esplendores
la reina dice sus discursos mientras nadie la escucha.

Hay una reina que recorre silenciosa y distante los pasillos dorados.
Hay arboles de ramas recortadas y ventanas cubiertas
y capas escarlatas corriendo río abajo sobre las escaleras.

Hay hombres que repiten los pasos de hace siglos
y hablan un idioma de títulos y símbolos.
Y hacen reverencias frente a la reina,
que, mínima, contempla desde una majestad inaccesible.


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