Mi vanidad que crece con la lluvia
y estas tristes historias de mundos destruidos
por niños héroes de ojos platinados.
Este sábado gris de la derrota
se vuelve dorado en el aire tangible
y en un lugar de la memoria
el niño de las nubes se ha vuelto alado.
Mi vanidad de ratón enjaulado
que ama los barrotes por que llora
contra ellos hasta perder la cola
en el gato cruel de la caída noche.
Son hermosos estos días de muerte y de calvario,
con las nubes doradas desteñidas
gracias a toda la lluvia que ya llevamos encima.
Santo ha de ser este día inmutable.
No ha dejado espacio a lo mundano
y afuera de mi caja las nubes son doradas,
son rojas en un lugar que todos ignoramos
pues nadie en la ciudad está mirando el cielo.
Si supieran los seres de este cemento muerto
que afuera de su mundo una esperanza ha muerto.
Si supieran que Dios puede llorar el día,
después de tanta furia.
Pero tal vez no saben que hoy, por estas horas,
cuando nadie entiende la soledad del aire,
estamos todos muertos y somos un milagro
solo por un momento.
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