Quisiera ser, si no pudiera ser
después de muerto y cenizas que mezcla el viento hereje
otro nenito estúpido cruel tan tierno,
una sandía a la que el sol le raja la paciencia
y exhibe su barriga de madre prometida
a la voracidad de las gallinas
pero también a la hermana promesa de la tierra.
Que quiero ser gorrión, para saber
la improbabilidad con la que se enfrentan al viento
y sobreviven estrechos y tan miseros a todo el duro invierno.
Para tener las alas y visitar altísimas cumbreras
adentro de la nube blanca y cielo.
Dejadme ser el gato del tejado
enamorado de todas las penumbras furtivas
y que duerma cubierto de misterio
tan solo a salvo del fuego que condena
mi bigote feraz hecho melindres.
Áspero en la tardanza y reverente,
rosal desmadejado y solitario.
Voluntarioso espíritu silvestre
tan dado a la pasión menuda
de la flor esperada por ninguno.
He de ser el mes de la demora
en que el rosal de la valla cansina
se resignaba a florecer huraño
como una obligación de la oficina.
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