lunes, 5 de septiembre de 2016

Una vez supe hacer un escarabajo
con papel de colores y dobleces
que imitaba la gracia de la vida
como imitan los hombres sus asombros.
Pero lo he olvidado. No recuerdo
la sencillez de sus líneas paralelas
y la frescura infantil que lo habitaba.
Se me perdió su vuelo entre mis días.

Uno olvida las cosas simplemente
como olvida los sueños en el día
que se van lentamente diluyendo
su espectral y ausente fantasía.
Uno olvida el asombro y la belleza,
mientras topamos la nariz con otras bestias
y sus nuevos pelajes resplandecen
cegándonos a duendes más antiguos.

Me olvidé los mitos que sabía
cuando niño me cubrían los árboles.
Me olvidé de su sombra bendecida.


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