lunes, 26 de septiembre de 2016

Alguien perdió su gata gris en estos días.

A veces ellos mueren y uno queda 
sin saber que decir ni ha donde han ido,
y cuando vuelven con el alma herida
y cuando ya no vuelven de la noche.
Alguna vez quedamos hasta tarde,
mirando el horizonte de los árboles
y ellos no vuelven hoy, y no mañana.

Sufren también y los toca la muerte
sobre el lomo donde roza el viento
les crecen llagas y dolores bruscos
los sacuden un día desde adentro.
Y uno queda diciéndose consuelos.

Creemos encontrar su gris sobre la tierra,
los ojos verdes, pardos, amarillos en la tierra,
sus uñas derretidas en la lluvia que llega a la tierra.
Todo ellos vertiéndose en la tierra.
Y tal vez así suceda, aunque no los alcancemos.

Tal vez ellos habiten nuestros rincones
y lleguen sin sonidos a la puerta.
Quizá los espantó la luz de las ciudades.
Quizá se han ido y en la Luna nos esperan.

De cualquier forma, una vez los vimos sobre el agua
cuando cachorros descubrían la vida
y a nosotros vinieron salvos.
Ahora en la luz los vemos reflejados;
quizá sabemos ya que eran bondades
y a nosotros nos tocó la suerte.


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