abajo, en lo profundo de la tierra
abren caminos en la dureza de la roca
buscando agua y sal, respiran
con la alta paz de la arboleda sobre nuestras cabezas;
luego arremeten pacientes, decididos,
desesperados, doloridos y resecos
sienten la humedad, oyen el rumor
que en el corazón del mundo se esconde
en amplias cavernas sumergidas pasea
su antigua majestad embebiendo la piedra.Y le siguen los pasos. Se afirman en sus bases
buscando los resquicios del mundo.
Puede sentirse su dolor y hambre,
la ferocidad lenta que los habita.
Conduce ahora, como una luz lejana,
en la espesura viviente su esperanza.
Nosotros lo sentimos: su silencio,
su firmeza dura y elevada,
su comprensión del dolor y la muerte.
Ambos páramos debieron atravezarlos
constituyendo refugio a las criaturas;
vinieron las ardillas con su faz de inocencia,
el hambre de los cerdos, las gallinas
pusieron nidos, huevos, inauguraron
una voz renacida a la sombra de tanto silencio.
En su sombra se siente la voz original
los impulsó a aferrarse a la rudeza de la tierra
y hacerse espacio. Oyen la canción del agua
y corren a buscarla. En la paz de su sombra
puede sentirse el dolor y la sed de los antiguos.
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