Mejor es ir a la casa del luto que a la casa del banquete;
porque aquello es el fin de todos los hombres,
y el que vive lo pondrá en su corazón.
Eclesiastes 7:3
Siempre son tristes los sábados de gloria,
que se siente en el aire tu penuria
y amanece lloviendo. Es el Otoño
que supiera decir lo necesario.
Amanece lloviendo, el cielo frío
se quedará esperando que regreses
de tu largo silencio adormecido.
Ha de ser tu tristeza lo que te fuera eterno,
porque este día tan último y tan mío
reverdece sus tallos y recuesta
su animo vibrante en el rocío.
Puede verse tu muerte en los arboles.
En la calma sin luz que tuvieron las nubes.
Y mañana tu gloria alumbrará la tarde.
Será como si el día de la tristeza despertara de un sueño,
no ha sucedido nada. No ha durado esta pena.
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