Yo he tenido el amor entre los brazos,
pero no era el amor;
y he roído sus mieles una a una,
pero las encontré vacías.
Y una noche, que había llovido y todo
estaba húmedo y frío,
me fui por la vereda opuesta
porque el amor se cayó por la escalera.
Y yo, que no sabía preparar funerales,
le dí una caja llena de recuentos,
me quedé con un libro casi de salvamento.
Ese invierno dormí feliz y solo;
en un rincón mi estufa canturreaba
sobre el dolor de la paciencia ardida.
Uno no ha sido víctima o victimario;
se piensa solamente que de heridas
sabemos recordar lo necesario.
Quizá no fabricamos el cuchillo,
pero al usarlo nos cortó la mano.
lunes, 10 de abril de 2017
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