Esa cabeza prevalece sobre la multitud,
ajeno el rostro al describir inutil de los gestos.
Hay algo de salvaje fiereza en ese rostro.
Una belleza antigua que conserva
el traso audaz y duro de los tigres.
Debió de ser terrible cuando su creación.
Pero es maravilloso encontrarsele hoy
como si no hubiese muerto
el tiempo primigenio.
Hasta la risa suave es sigilosa y evoca una tristeza
igual al cachorro que retoza
detras de los barrotes.
No se si se pudiera liberarlo,
dejar que vuelva a ser lo que ya era.
Dejar que vague con su melancolìa
grisaceamente azul, bajo el otoño.
miércoles, 7 de mayo de 2014
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