Ella sabe, la casa, cuando llegamos tarde,
o llegamos temprano y sale a recibirnos
de abajo de la mesa como un ratón dormido.
Sabe cuando dejamos la billetera en el estante
y las monedas (pocas) caen en la alcancía
cuanto gastamos y cuanto ha quedado.
Y sabe donde estuvimos y lo que imaginamos
cuando sobre la mesa queda una bolsa plástica,
ruidosa y cotidiana, con cosas necesarias.
Entonces imagina o descubre o ya sabe
como fuimos, que calles cruzamos en la tarde.
Sabe la hora de ida, y la de vuelta sabe.
Y si volvimos solos o nos mandaron.
No sonríe ni dice. Nos sigue custodiando
que repitamos los rituales
y entonces espera que apaguemos la luz
para trepar los muebles y dormirse en la puerta
o sobre los roperos en la caja de cartón.
martes, 4 de octubre de 2016
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