Llamamos Dios a todo lo mayúsculo,
a todo lo que viene de la sangre,
a aquello que se explica con la noche.
Llamamos Dios al trueno porque el aire
es lo único que nunca conquistamos,
Llamamos Dios a aquello que, mayúsculo,
se escapa desde siempre a nuestras manos.
Llamamos Dios al mítico gigante,
a la canción primera, a la respuesta.
Dios es aquello que nos salva de nosotros,
de la certidumbre y de la duda.
Dios ha de ser la más perfecta forma del olvido.
domingo, 17 de noviembre de 2013
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