Lisa, gorda y discreta.
Amable hasta el hartazgo.
Temerosa y fugaz,
se parecía a la pena.
Aquella que se esconde
tras la sonrisa buena.
Lisa de la penumbra
y la mirada triste.
De la alegría rota,
de la que no se aprende
y rara si se hereda.
Hecha de cal y barro,
de pelo y grasa hecha.
La sombra no te quema,
la Luna no te falta.
Estaba hecha de loca,
de triste algarabía
que es triste y pasajera.
Lisa del Paraíso
que dura, cuando dura,
solo un instante quieto
entre las madrigueras de los años.
lunes, 30 de marzo de 2015
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