Emergió de la noche más pura. No tuvo padres,
mas el mar la tomó con sus dedos agrietados
entre sus tiempos húmedos. Dejó que sus cabellos se enredaran.
El mar pudo cuidarla en su rudeza
le dio dedos y sal, creció entre algas
y no tuvo orillas. El amor del mar fue su infinito,
no conocía el cielo alborotado, la luz y su escalera,
no había llegado hasta la orilla de la tierra.
Esta criatura húmeda no conoció la sed,
la desesperanza de una roca aérea.
Fue la tormenta, solo ella la atrajo
más allá del sueño profundo que perduraba,
la tormenta se alzaba protestando.
En el vientre escuchaba la sirena aquella voz,
aquella voz que le tocó la frente
abrió su miedo y su curiosidad.
Salió del mar, salió arrastrándose entre golpes
de sal y roca, de tierra que no la amaba.
Solo el mar podía amarla.
De la tierra tuvo solo el silencio,
dejó su cuerpo frío sobre la arena.
viernes, 28 de febrero de 2020
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