Que tristes y aburridos los domingos,
que ha sido la ciudad la que se ha ido
y uno ha quedado solo en su escondrijo.
No hay bien ni oficio que redima
de esta innoble apatía que carcome
el habito de estar, como otros días.
Un caballo, una sombra, una llave;
todo es igual y nada vale
porque es el propio tiempo el fugitivo.
Apenas son un día, pero imprevistos
se asoman como un perro en la vereda
y nos piden sueño, agua, paciencia.
martes, 14 de noviembre de 2017
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