No han vuelto a crecer los claveles
detrás de los rosales.
Antes, en los mejores días,
erguían bajo el sol y sobre la gramilla
sus severos tallos y sus ásperas hojas.
Y arriba, coronando los racimos,
balanceabance al viento
ofrecidos al sol.
He vuelto al lugar en que antaño crecían
y en el sitio no hay nada que recuerde esos días.
Ahora el cesped se extiendo como alfombra
y el rosal está seco en sus ramas añosas.
Se mecían al viento, esos recios señores.
Eran claros los días y eran bellas las flores.
Pero hoy duermen, polvorientas promesas
en semillas perdidas.
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