jueves, 28 de febrero de 2019

Nemuri-Neko

Fue tallado hace años, él no despertará.
Cuando quitaron el peso del árbol quedó solo
y dormido, más ido que una estatua,
no abrirá los ojos, no perderá el aliento.
No saldrá a conquistarse amores ajenos.

No volverá a comer ni a usar las uñas,
quizás el sueño lo mantenga eterno.
No verán las palomas saltar sombras.


miércoles, 27 de febrero de 2019

Dejo huellas repletas de murmullos, agito
el aire de los árboles para dormirlos y para despertarlos,
completo las sombras de las hojas,
completo mi espacio con el aire,
completo tu aire con mi aire,
no tengo más que estos brazos frágiles
y este rostro desnudo.
Estoy tan solo
que busco multitudes,
que pido tu presencia, espero
que te quedes, me acostumbro
a seguirte y comer adentro de tu sombra.
No tengo nombre que conozcas, no tengo
aroma que puedas ambicionar en vidrio,
soy parte inevitable de los edificios, puedo
permanecer y renovar mi especie. Tengo tiempos
que aún no se agotaron, que vendrán resembrados.
¿Ya tengo nombre?
Lo encontraré en el suelo de la plaza,
más allá de la luz estará verde.


jueves, 21 de febrero de 2019

Yo recuerdo la lluvia,
cuando yo no nacía todavía,
como una túnica gris de la tristeza
y como alivio grato al peregrino.

Cuando en la catedral llovía
como una torre más, pero de lluvia,
para que dios tuviese parte en la obra
con sus gotas azules sin memoria.

Cuando la lluvia se cubrió de sangre
y fue a esconderse donde no la vieran
con su vergüenza roja.

Y recuerdo la lluvia donde nunca estuve,
porque la visto gris bajo las nubes
y verde entre las hojas
y, junto a la tarde, roja.

Toda la eternidad cabe en la lluvia.


domingo, 17 de febrero de 2019

De un hombre que era malo y se murió.

Cuando murió fue condenado a vivir en un zapallo, 
a ser oruga y viento, a tener alas, dolorosa
y augusta mariposa, fue atrapado en las redes de la araña,
fue cubierto de esquinas, fue ceniza,
y luego fue madera, y fue hoja y rama, y hoja y rama secas,
cayó cuando no hubo más que sol y arena,
repitió cada aroma de la selva,
esgrimió las antenas de la hormiga,
se completó con agua de la lluvia,
se durmió custodiado por las focas.
Recorrió las llanuras del abismo
donde las luces no huyeron y venían
a verlo caminar perdido
entre la inmensidad de su abandono.

Se halló de espíritu flotando
y no tuvo horizontes disponibles.
Se halló durmiendo suspendido en la luz
y no tuvo reposo de su altura.
Allí fueron a cruzarlo los gatos que salían
maullando de tan idos y enamorados
inaccesibles de tan ajenos.

Tuvo respiración y aroma nuevos,
se abrió como una flor que sabe
que tiempo es y que tiempo inaugura.
Lo despertó solo la luz que reía en los umbrales,
entendió sin saber cuando entendía.
Y se durmió en el humo de las velas.


sábado, 2 de febrero de 2019

Impresiona tu fe y tu grandeza
tan solemne y tan bella.
(Se parece a una piedra que no fuese construida
y por si sola se eleva. Queda en la tierra
oculta de todos la amplitud de su cuerpo.)
Cumples en el mundo tu función,
gira tu porte y respiras
donde las hierbas te contemplan.
Murmuran a tu sombra sus alegrías.

No aspires a tu rol de guardia y carcelero,
a tu sombra la tierra inaugura sus túneles,
tiembla de tan viva aunque parezca muerta.
Los hombres te elevaron un día ya olvidado,
después se marcharon. Se fueron construyendo
sus altas y calientes ciudadelas de encierro.
Estabas destinado a ser su tapia,
eras como la línea por la que Rómulo se cortó las manos.
Cuando se enteren que ya los traicionaste
vendrán con martillos y palas a quebrar tus raíces.
Este largo silencio con la tierra no les pertenece.

De tu difícil muerte podrá verse
los escombros esparcidos en el suelo.
(Ni siquiera los árboles logran borrar tus huellas
porque el ladrillo es como un grito enroscado.)
Sucede, en ocasiones, que la muerte dura más que las vidas.


miércoles, 30 de enero de 2019

En Francia la gente salió a la calle
enojada y fervorosa, algunos se reían
en las esquinas, en los cruces de rutas
se juntaron poniéndose chalecos amarillos
y gritan consignas intraducibles;
(porque vienen desde el francés intraducible
que vuelve a casa cada día y sale nuevamente
y vive la Francia contemporánea que se exhibe
en su chaleco amarillo, en este invierno
que ha venido a rodar en las esquinas).

Salieron a las calles, y gritaban
frente al silencio de los policías,
frente a las vidrieras iluminadas,
frente a los edificios de postales,
bajo el arco triunfal como un elefante,
marcharon por las calles de la Francia adormecida
y los alemanes, los chilenos, los húngaros,
los argentinos, los uruguayos, los surcoreanos,
escuchaban sus gritos, escucharon, escuchan
las voces airadas, los gritos en las calles,
el sonido descoordinado y sucio de un pueblo vestido de amarillo
que ha salido a las calles y camina gritando
dolores antiguos, penas renovadas, ignoradas protestas cotidianas
que el invierno humedece y han crecido.

Son como flores en las calles, son como miles de flores amarillas,
en las calles, en los cruces de rutas, en Paris.
(Europa despertará de la noche y se encontrará amarilla,
con los dedos amarillos, con el torso amarillo,
con gritos amarillos en las calles,
y la lluvia y los cerros, el agua toda irá amarilla
gritando protestas cotidianas hasta la costa
toda teñida de amarillo.)

Vendrán las voces renovadas y plácidas concediendo disculpas
y relamiéndose el amargo dolor de estos chalecos.
Vendrá la noche con su sueño a cuestas
para cubrir este campo de flores que protestan.
Vendrán la eternidad y la paciencia burocrática
para tomar las flores y endurecerlas,
para cortar su tallo hasta lo adecuado de la primavera conservada.
Vendrán las flores en las calles, gritando, amarillas, gritando.


lunes, 28 de enero de 2019

"(...) y los trenes eran animales mitológicos 
que simbolizaban la huida, la fuga, la vida, la libertad."

Cuando era más joven, (Joaquín Sabina, 1986)

Yo nací con la agonía de los trenes,
cuando estaban tan viejos y demacrados
que moverse les dolía. Dicen
que un día se detuvieron en mitad del campo
y el enojo de los hombres no conseguía moverlos.
Yo había nacido pero aún no estaba
y no recuerdo el calor y el metal, los bancos de madera,
los estrechos pasillos de su vientre tembloroso
que una vez me llevaron sobre la tierra,
y ya estaban entrando en el silencio.
La edad de hierro decayó en penumbras,
atravesó los días del hombre, abandonándolo.

Hubo una tarde que lo vio detenerse
jadeante en el campo, y los hombres
tuvieron que ir a socorrerlo, a él,
buey de metal y gloria inmemorable
como un dios domesticado,
como un padre resquebrajado y duro,
imitación industrial del vientre primitivo
y dolorido gigante con los pulmones agotados.
Los hombres te encontraron débil,
muriéndote de pie, como los árboles;
quisieron ampliar tu eternidad,
llevarte de nuevo a la ciudad para tu abrigo.
Pero ya no estabas con ellos, moribundo
cumpliste su pedido y entraste en el silencio.
Yo había nacido, pero aún no estaba
cuando me alzaste y en tu vientre
yo, criatura elaborada en la mañana,
usé de tu crepúsculo un trocito.
Y luego hallé tu cuerpo, solo
en la vereda de los edificios, estabas
descolorido y frío en los museos. De tu mundo
quedaba solo el hierro, como una calavera con tornillos.

Cuando te fuiste quedó tan grande el espacio de tu ausencia
que tus huellas eran como pueblecitos
diseminados por los bordes del río y en los escondites de los montes.
En el último día de tu muerte decretada
quedaron sin tu voz deslumbradora las casillas verdes.
Tu imperio de distancias quedó sin dueños,
abandonado, el viento tuvo que hacerse cargo
y llamó al polvo, a las semillas, condujo
el pueblo de la gramilla para esconder tus vías,
costillas enterradas de tu metal ardido.
Quiso la tierra recuperar su espacio,
o cuidar el olvidado resto de tu maravilla,
pero no pudo mantenerte oculto para siempre.
Se sabía, que tu abandono era definitivo,
que tu derrota aún valía, tus vías
fueron arrancadas de los campos una a una
desde el beso de la tierra la madera y el hierro
fueron recobrados a escondidas por manos anónimas.
Entraste a formar parte de los pueblos.
Tus rieles para los techos, sosteniendo
los muros y el espacio renovados;
tus salones quedaron sin resguardo, solo los años
te habitan y ya no te esperaban.
Y tus maderas, arrancados desde la profundidad
del monte antiguo, desde la edad ignota,
tuvieron ellos el destino triste de las hogueras,
de los puentes pequeños cotidianos.
Después de ese silencio y esa muerte,
no pudiste volver a los caminos
y los caminos fueron desguazados.
Yo vi una vez tus huesos arrumbados,
dormidos en el olvido de la mañana,
y ya no eran el tren, ya no eran nada.


Es un día de frío.  Lo sé porque es el viento  y el cariño del gato  las cosas que lo anuncian. Renovado y discreto este primer día  del oto...