jueves, 21 de febrero de 2019

Yo recuerdo la lluvia,
cuando yo no nacía todavía,
como una túnica gris de la tristeza
y como alivio grato al peregrino.

Cuando en la catedral llovía
como una torre más, pero de lluvia,
para que dios tuviese parte en la obra
con sus gotas azules sin memoria.

Cuando la lluvia se cubrió de sangre
y fue a esconderse donde no la vieran
con su vergüenza roja.

Y recuerdo la lluvia donde nunca estuve,
porque la visto gris bajo las nubes
y verde entre las hojas
y, junto a la tarde, roja.

Toda la eternidad cabe en la lluvia.


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