Yo no quiero tus manos, es mentira.
Lo mío es una envidia corroída
que se duerme después de haberse herido.
No recuerdo tus ojos ni tus besos,
y tampoco los quiero o los quería.
Solo vi tu rostro un mediodía
y en la sangre me creció la envidia.
Este rostro de amor es por codicia.
Dame el cristal que crece entre tus cejas.
Dame todo tu andar y tu pereza.
Para ser un estanque entre las bestias
ambiciono el estar de tu belleza.
Yo no quise tenerte ni podía,
pero el espíritu no me abriga tregua.
Quiero tu rostro pálido y sereno
para darle tu luz a mis estrellas.
lunes, 22 de agosto de 2016
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Es un día de frío. Lo sé porque es el viento y el cariño del gato las cosas que lo anuncian. Renovado y discreto este primer día del oto...
-
Demos gracias al poeta porque hace poemas, al panadero por que inaugura panes, al albañil que ha levantado huecos de una casa, al pescado...
-
Esta noche es azul, y es algo triste.. Está un poco apolillada en los faroles. Y hay restos de gatunas ausencias, de ecos apresurados en...
-
Espera, no te vayas aun. Hoy ha sido alguno de esos días perfectos. Espera, se paciente. Mirémonos un rato a los ojos. Escucha, te digo...
No hay comentarios:
Publicar un comentario