En el pueblo donde crecí había un tonto
que pedía lapiceras detrás de sus anteojos.
Tenía una mirada distanciada
con el color borrado detrás de los cristales
y siempre saludaba pidiendo una birome.
Tal vez el escribiera lo que otros callaban.
Tal vez solo perdiera la tinta y las palabras,
pero él siempre decía que le escribía cartas
a una novia que nunca se casaba.
sábado, 16 de julio de 2016
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Es un día de frío. Lo sé porque es el viento y el cariño del gato las cosas que lo anuncian. Renovado y discreto este primer día del oto...
-
Demos gracias al poeta porque hace poemas, al panadero por que inaugura panes, al albañil que ha levantado huecos de una casa, al pescado...
-
Yo he tenido el amor entre los brazos, pero no era el amor; y he roído sus mieles una a una, pero las encontré vacías. Y una noche, que ...
-
En realidad, no importa que no vengas. Triste sería que no coincida tu gesto con mi idea y tenga que borrar los garabatos. En esta insegu...
No hay comentarios:
Publicar un comentario