Cuando hablo con Guzmán
el número de lagartijas ha sido actualizado,
las cositas mínimas y polvorientas de la tarde
fueron revisadas y el día puede concluir
a su ritmo, en la puerta lo vigilan
dos ojos de oro verde y de noche encerrada.
Su ánimo de cachorro y su hambre
lo han llevado a lo alto de la escalera,
el amanecer cae sobre el lomo del viento.
Allá ha crecido el viejo ramo de yerba lucero
y las hormigas miles desfilan para verlo.
En la puerta vigilan dos ojos de oro y negro.
En mitad de la noche me despierto sin alma
con la mano tendida al filo del silencio
que ya puede palparse; se han echado en lo tibio
Guzmán y el silencio. Juntos miran lo mínimo
que a esa hora sucede en los pliegues del tiempo.
Nadie más está fuera, los árboles recogidos
murmuran entre sueños, los pájaros son piedras.
La escalera en lo alto ha detenido el viento.
Mañana el sol acaso retornará desnudo
sobre el alto sino de su amargo verano
y en la sombra amorosa del ropero
los ojos cerrados, aguardando, Guzmán duerme sin sueños.
sábado, 28 de marzo de 2020
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