No tomaré la flor que en tu boca viene,
dijo el gran dios erguido sobre el cielo.
Y la serpiente, humilde entre las bestias,
quedó desnuda dentro de su vergüenza.
Llevo una flor que recogí en el monte,
con la corola húmeda en rocío
estaba fría y bella entre las rocas,
y la llevo ahora conmigo.
Traigo esta flor desnuda en su agonía.
No ha de durar, se muere todavía.
Quizá tu luz le de el abrigo último;
junto a tu asombro vivirá otro día.
No he de acercarme a tu boca, tus dientes
aguardan como hileras de soldados.
Llevan la muerte dormida que murmura.
La paz que llevan es la de engaño.
Va la serpiente, sin volver la mirada.
Su antiguo hambre la impulsa,
lleva el orden original en la mordida.
Ya no más flores. Nunca más llevara flores
que encontraba ofrecidas en la brisa.
miércoles, 2 de octubre de 2019
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