Yo soy el hombre que se aburre y espera;
tengo la sed y el hambre de la morera.
Puedo constituirme en un espacio,
puedo escalar la voz de las chicharras.
Me atemoriza la luz de la tormenta.
Digo palabras que nadie más comprende,
he aprendido la invención y el arte
de hablar solo en la sombra de la pena.
Yo soy quien ha perdido el nombre
porque no traía a nadie con su mano.
Tengo la soledad del árbol último
después de que han talado a sus hermanos.
Lo que no me enseñaron, lo imagino.
Colonicé las rocas y los acantilados.
Donde había muertos, yo encontré los vivos.
Amo la sed y la penuria angosta
de un camino que vaga entre los nidos
donde las alimañas se recrean.
miércoles, 3 de julio de 2019
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