¿Quién apagará los incendios?
¿Quién tendrá la tarea de recoger los huesos?
Nuestros niños se hunden en las fauces de hierro,
nadie nunca ha salido vivo del Infierno.
¿Quién dirá las palabras que nos duerman cien años?
¿Si no las dice ahora, entonces cuando?
Tenemos las alas desgajadas y rotas.
Los misiles nos pesan con su sombra.
¿Cómo la ceniza se tumbará en nosotros sin perder la negrura?
¿Cuánto oro echaremos en los volcanes para tapar sus bocas?
No existen soluciones para nudos gordianos,
no tenemos espadas que consigan cortarlos.
¿Quién nos dará la espalda para que lo sigamos?
¿Qué nuevos holocaustos nos aguardan?
Si hasta el viento nos corre sin ladrarnos.
Solo el viento puede ser tan desesperado.
martes, 1 de diciembre de 2015
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