A veces me molesta tu distancia,
calculada y prudente.
El retroceso elocuente y discreto,
con que apartas tu cuerpo de mi avance
como si te marcase la cercanía.
Pero otros días te perdono
y estoy frente a tu rostro
mientras brilla tu frente.
Pero a veces molesta que no vengas
a decirme aquello que debieras.
Que me tomes la mano,
con esa suavidad con que enamoras
mis ojos cuando rozas tus papeles.
Y aquella tosquedad con que caminas,
distraidamente volátil entre el viento.
viernes, 27 de junio de 2014
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