Algo maravilloso tienen los cachorros.
Nos recuerdan que el mundo no nos pertenece.
Nos ayudan a olvidarnos de la angustia
de la mortalidad y el miedo.
Algo siniestro tienen los insectos
cuando brilla la luna en sus caparazones
emanan volutas de suspiros y temblores
como fantasmas presos
en la eternidad fingida del recuerdo.
Tal vez no fue prudente que se nos revelara
ignorantes del creador inamovible
y de la razón perpetua y trascendente
los secretos del átomo y el verso
del caminar cansino de las bestias
del río interminable que difunde la marcha
fugaz y eterna de los peces.
Tal vez debieron impedirnos que eleváramos el rostro
por encima del agua virginal hacia la estrella
y la diferenciáramos del reflejo.
Tal vez aun podamos ser salvos
y absolver al mundo de la culpa que escondimos en sus mares
y el mal con el cual carcomemos sus entrañas.
Pero tal vez tampoco debimos convertirnos
en esto que ya somos.
sábado, 22 de febrero de 2014
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