Ella es alta y esbelta, como elfa del norte,
como vieja canción de violín y de sol.
Ella tiene el aspecto rudo y modesto de los algarrobos,
que florecen a veces y que tristes decaen
crujiendo contra el viento del norte.
Ella sueña despacio con ciudades
y alfombrados pasillos.
Ella dice "¿Qué tal?", con el gesto sincero
de la amabilidad.
La chica rubia tiene un novio de ojos claros.
Ambos altos, delgados, dorados los cabellos bajo el sol,
parecen diluirse en la luz cuando duermen.
La chica morena tiene un bolso gastado,
donde acuna los hijos que ya no tardarán.
Escribe desde la sangre, el vientre y las manos
las letras que quizás ya nunca aprenderá.
La chica rubia es el bello vestigio de aquellos aventureros
que cruzaron los charcos para poder soñar.
La chica morena es el bello vestigio de los primeros hombres que los vieron llegar.
Aunque ellas no saben, cuando apenas se miran,
que en esta tarde absurda un violín que no escuchan
las usa como esquema de una larga canción.
sábado, 4 de enero de 2014
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