Y recorrí la tierra llevando nombres y señales
que a nada respondían, esperé en las esquinas
que a nada respondían, esperé en las esquinas
por los que entonces eran los habitantes de la tierra
pero no han venido. Los muertos
hace rato que ya dormían todos bajo las piedras.
El viento no conocía los nombres,
los árboles cambiados, las gentes eran nuevas
y olvidados, los muertos bajo piedra.
Una ciudad antaño de oro y plumas
que no tenía mis nombres grabados en sus rocas.
Una orilla de mar que no tenía memoria.
Y un viento helado vagaba entre las cosas.
Cuando hace un tiempo conseguí la suerte
y me dejé rodar por un camino
hallé las uvas, el polvo, los ladrillos
en unos pueblitos cubiertos de distancia.
Había pasado el tiempo.
No encontré los nombres y las cosas que una vez estuvieron.
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