martes, 10 de mayo de 2016

San Sebastián clavado a si mismo.
Rosas le surgen de la boca y la sangre
que cubre la perfección de dios que está escondido
allí donde lo buscaron las flechas.
El corazón le late bajo el brazo,
bajo la carne mancillada y rota
que abre su piel como los caracoles
cuando se quiebra su coraza.
San Sebastián hecho una cruz clavada a cristo.
Su sangre encuentra el agua y la tierra
bebe su luz. Huele a hierro y madera.
San Sebastián boca de rosa, de caracol.
De blanco caracol de jardín.
(Mi abuela tenía caracolas pálidos
abandonadas al azar entre sus plantas,
y los buscaba a veces para verlas
frías y eternamente bellas.)
Boca de sangre, de lloro, de quejido.
San Sebastián, boca sangrando muerte.
San Sebastián, nudo en la madera.
El viento toca tus heridas,
las carcajadas del dolor que se revuelca
sobre la rosa mística de la belleza.
San Sebastián gimiendo, sollozando.
San Sebastián abierto y desgranado
como maduro al sol de los veranos.
Sobre la tierra ajuar para hormigas.
San Sebastián hecho comida al viento.


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