Yo, la flor, no tengo número.
Soy quien se esgrime como una mano limpia,
renovada de estar bajo la lluvia.
Puedo crecer al amparo y la brisa,
puedo acumular mi desnudo quedarme.
Tengo solo el deseo que da el hambre
y crezco con la sed de los que nacen.
Me muero solo al cabo de las horas.
Yo heredo la complicada geometría
de una flor que no está y aquí y allá crecía.
Ignoro todo aquello que se encuentra
más allá de mi sed y de mi espera.
Tengo el destino de las cosas viejas
que suceden a solas o se encuentran
con la mano, el silencio, o la llanura.
Nos vestimos el hábito del tiempo sucedido.
Nos somos una sola, repetida.
jueves, 18 de abril de 2019
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